jueves, 22 de marzo de 2012

Multiculturalidad crónica

Algunos individuo sufrimos una extraña patología. La curiosidad hacia nuevos lugares y todo lo que ellos encierran es principal síntoma. Ayer pude satisfacer esa inquietud gracias a una cena nada habitual. Aviso para navegantes: el principio suena a chiste, pero que nadie espere un final desternillante. Lo máximo que puedo garantizar es una sonrisa de aquellos que compartan esta curiosa "enfermedad".

¿Qué hacen dos aragonesas, una venezolana, dos brasileñas, dos mexicanas y tres chinas en una pizzeria? No hay una respuesta contundente, son simples caprichos del destino. Al igual que una beca Séneca nos trajo a nosotras (las dos aragonesas) hasta Santiago de Compostela, otras becas y circunstancias académicas quisieron que cada una de ellas llegaran aquí justo ahora.
Los caminos son caprichosos. Sus bifurcaciones e idas y venidas consiguen que confluyan senderos así de diversos. Algunas nos conocimos en las clases de Xornalismo; a otras les unió su nacionalidad (común nexo de unión cuando nos encontramos lejos de casa) y la costumbre o necesidad estudiantil de compartir piso propició que las restantes se conocieran.
Y así es como resultó esa improvisada mezcla que resulto dar un resultado más que satisfactorio.


El perfecto dominio del castellano de las chinas y brasileñas primero me llamó la atención, teniendo en cuenta que llevan en España solo medio año; luego, facilitó mucho la conversación. Qué mejor forma de descubrir una cultura diferente que a través de una boca que habla en primera persona! Gastronomía, costumbres sociales, educación, formas de ocio,... Cualquier tema banal se vuelve curioso. "Al pan, pan y al vino, vino", pero en Brasil el arroz es el producto que acompaña todas las comidas y en México no hay ninguna que no la enrollen dentro de una tortita. Hablamos como mujeres jóvenes y, a pesar de tener edades parecidas, algunas somos chicas corrientes en nuestra sociedad y a otras, en la suya, comienzan a mirarlas con recelo y a murmurar sobre la necesidad de buscar un buen marido y huir del horror de "vestir santos".

En el reloj, nos separan seis horas mas o seis horas menos; algunos rasgos físicos diferencian nuestro aspecto; pero todas sonreímos ante un brote de simpatía, ante una broma inocente o una canción hortera de "el año la Quica".

Para todos los que sientan los síntomas de la atracción crónica a la multiculturalidad, le recomiendo experiencias como esta. No es necesario que lea detenidamente las instrucciones de este "medicamento", ni que consulte a su farmacéutico. Abrir la mente es siempre recetable.