lunes, 14 de marzo de 2011

La vida es bella

Reconfortante afirmación y bonito título para una película.
Ayer continuamos descubriendo lugares italianos con encanto y fuimos a parar al escenario de ese famoso largomentrage: un "pueblo" de la Toscana llamado Arezzo.
La tranquilidad de sus calles empedradas consolida el encanto de la ciudad. Al llegar a su Plaza Mayor el embrujo se vuelve increíble: se siente una extraña familiaridad al pisar un escenario que la gran mayoría de nosotros conocemos bien. Casi podemos escuchar el famoso "las llaves, María!" que gritaba el protagonista de la película o verlo bajar disparado por la calle montado en bicicleta.
Dos niños atravesaron la plaza mientras nosotros observabamos el lugar desde unas escaleras. Cualquiera de ellos podría haber sido Josué, el entrañable "bambino" que abandonó esas calles para ir a parar a un campo de concentración.

Por suerte, las imágenes que nos trajo a la memoria Arezzo fueron algunas de las que componen la cara más amable de la película. Un lugar mágico en el que parece hacerse todavía más estrecha la frontera entre ficción y realidad.

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