lunes, 27 de junio de 2011

Todi: más postales reales

Los días del mes de junio desaparecían irremediablemente. A estas alturas sabíamos de sobra que Umbría escondía demasiados rincones encantados. No conseguimos descubrirlos todos, pero llenamos nuestra memoria de una considerable cantidad de ellos.

Apurando los últimos momentos juntos evitamos que Todi se convirtiera en otro lugar que pueble nuestra lista de desconocimiento, de puntos marcados en el mapa de nuestras cosas por hacer, de los destinos infinitos que nos quedan por tachar.

Nada acabó con la magia de desplazarse en busca de un nuevo capítulo para este libro en el que nos resistimos a dibujar el punto y final. Ni los cambios de medio de trasporte, ni las esperas bajo un calor que abrazado a nuestra piel nos recordó que el verano había llegado. Las estaciones se empeñan en dejarnos claro que son inútiles nuestros esfuerzos para intentar detener el tiempo; modifican nuestro entorno, nos inundan con sus sonidos y olores para que no sirva de nada ponerse con fuerza las manos sobre los ojos.

Nos perdimos por sus calles, jugamos con el factor sorpresa y nos topamos con miradores increíbles detrás de inesperadas puertas. Con el estómago cerrado saboreamos un helado más. Stracciatella, fresa, baccio,… Inevitablemente todos los sabores intensos me traerán de nuevo a Italia, a nuestra bella Italia.

E inevitablemente volvemos a Perugia y la contemplo con el ansia de quién no quiere desprenderse de un donde, de un ahora, de un quién.

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