miércoles, 9 de noviembre de 2011

¿Hasta dónde vamos a llegar?

Un día cualquiera, de golpe y porrazo, te encuentras frente al ordenador luchando contra la indecisión de que modelo de orla te gusta más, de cuantas copias de tu foto llevando birrete eres capaz de soportar y de si alguna vez descubrirás la utilidad de la banda de tu carrera. Parece que fue ayer cuando hicimos todos apiñados los exámenes de Selectividad... Por nuestra cabeza resuena constantemente la palabra "fin": trabajo fin de grado, viaje fin de carrera,...

Por temor a "gafar" la cosa, no hablaré todavía de balance final. Antes, queda el último sprint. Ese en el que, si entornas los ojos, puedes vislumbrar la meta y es justo eso lo que te da un aporte extra de energía para afrontarlo con más ganas.

Las ganas que no falten, porque este final es solo el comienzo de algo más. Somos lo que aprendemos, lo que almacenamos en nuestro conocimiento, interiorizándolo como parte de nuestro propio organismo. Un claro ejemplo:
nuevas generaciones que piensan que una revista es un iPad que no funciona correctamente... Han hecho suyos conceptos que para las generaciones precedentes (hace solo un puñado de años) eran imposibles de imaginar.

La tecnología sirve como metáfora: a pesar de todo lo avanzado, ¿hasta donde vamos a llegar?


No. Esto no es la meta. Esto, señoras y señores, es solo un ejemplo del presente. Existe, está en el mercado y se llama Kinect. Pero lo más increíble de todo, es que ya nadie duda de que va a ir a más.

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