miércoles, 16 de febrero de 2011

Los restos del romanticismo

Desde la ventanilla del autobús que me llevó del aeropuerto de Ciampino a Termini todavía se percibían los últimos restos de San Valentín. Algunos globos en forma de corazón decoraban los puestos de flores sembrados en los alrededores de la estación central de Roma, aunque el colorido de lo que en ellos se vende no necesite grandes ornamentaciones adicionales. A mi cabeza vino Romeo: había elegido la famosa obra de Shakespeare para amenizar el tramo de autobús hasta Lérida, en mi visita del lunes a unas amigas que estudian allí. Lo reconozco, no la he acabado de leer. En especial el papel de Romeo me "motivó" bastante poco. Lejos de un romántico entrañable, me pareció un obseso del enamoramiento y el "empalogosismo". Las historias de amor son peligrosas: de bonitas o adorables pueden convertirse en repelentes si nos pasamos con las exageraciones. No quiero criticar una de las grandes obras de la literatura. La esencia de la historia esta muy bien, pero me parece demasiado... no sé.

Mientras miraba esa estampa "post-San Valentín" sonaba en mi Mp3 esta canción:


Creo que esas son las historias de amor verdaderamente bonitas. Las que consiguen "dejar el orgullo y el sermón" a un lado, como dicen Lory Meyers. Preciosos los amores a primera vista, pero en días inundados de corazones flotantes y anuncios de regalos "romanticones", merecen un aplauso quienes consiguen mantener vivo el cariño con el paso del tiempo y para quien tenga el valor de reconquistar sin tapujos a la persona con la que ya ha compartido mucho más que un cautivador cruce de miradas.

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