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Hemos comprobado que no es cierto eso de que nos aprueban porque llevemos la palabra "Erasmus" tatuada en la frente aunque, si es cierto, que hemos conseguido resultados por encima de nuestras medias.
Hemos experimentado lo que son los verdaderos exámenes orales: los nervios acumulados de las largas esperas, la impotencia de sentir que sabrías explicarlo mucho mejor en tu propia lengua pero también la diferencia de que el profesor (en lugar de evaluar punto por punto aquello que has escrito) se convierta en tu interlocutor. El examen se plantea como un intercambio
más de conocimientos. O por lo menos, esta impresión he sacado de mi propia experiencia. Todo tiene sus pros y sus contras. Al final, nos quedaremos con el conocimiento que nos van dando las experiencias y, en menor medida, con el extraído de aquello que hemos estudiado.
Sigamos disfrutando de cada día de más, porque yo, en un principio, ahora debería estar pensando en la vuelta definitiva a España. Cada día estoy más convencida: cinco meses no eran suficientes. Nos queda demasiado por vivir aquí :)
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